Alfonso Molina
Se trata de una película del barrio que va más allá de lo descriptivo. Lo muestra como algo más que un escenario. Tampoco ofrece un afán “sociologizante” que proponga interpretaciones de sus causas históricas y sus consecuencias en las vidas de sus habitantes. Lo que plantea de una manera central Hermano se puede definir como una muy hermosa historia de amor fraterno entre dos muchachos que se criaron juntos compartiendo el amor por la madre y la pasión por el fútbol en un país donde impera el béisbol. Julio y Daniel, en tanto personajes de una tragedia urbana en la pobreza, lideran una historia muy bien construida que guarda lógica dramática y conduce la trama hacia un final inevitable pero sorprendente.
El primer largometraje del venezolano Marcel Rasquin en la dirección marca un estilo propio para abordar un género muy popular en el cine nacional. Hermano acaba de obtener el San Jorge de Oro, máximo galardón del 32º Festival Internacional de Cine de Moscú, además del Premio de la Crítica y el Premio del Público. Muy buen debut.
El film narra la historia de dos hermanos de crianza en un barrio caraqueño que encuentran la posibilidad de cambiar su vida gracias al fútbol para salir de las condiciones adversas del entorno. Dieciséis años antes, Julio y su madre Graciela van a una piñata cuando descubren, en medio de la basura, a un bebé abandonado que con el tiempo habría de convertirse en Daniel, el hermano menor. Una familia muy típica en Venezuela: sin padre pero con niños. Entre ambos se teje una anécdota que pone el acento en las afinidades entre uno y otro pero también en sus diferencias. La atmósfera de relación contenida entre el bien —la familia, la promesa del amor, la posibilidad del triunfo— y el mal —la pandilla que domina el barrio, el narcotráfico, la ausencia de autoridades institucionales— conforma el clima que construye el bien urdido guión, en el que el dibujo de personajes, el uso de los diálogos y la resolución de los afectos se convierten en los motores de la trama.
Hay dos factores que intervienen de manera decisiva: la oportunidad de ingresar al Caracas Fútbol Club y una muerte trágica a manos de un pistolero del barrio. La lucha de cada día — entre eros y tánatos, entre lo gratificante y el sufrimiento, entre la promesa del futuro y la condena al pasado— adquiere un carácter determinante. Se trata de una estructura dramática muy clásica y muy efectiva que en el caso de Hermano funciona de principio a fin. Rasquin se concentra en su historia, sus personajes, sus emociones individuales, sus entornos colectivos y evita cualquier distracción de la médula dramática del film. Apenas propone situaciones colaterales como la de la chica embarazada y su futuro o el romance entre Graciela (la mamá de los chicos) y Roberto (el entrenador del equipo) que ya tiene una familia formal. De resto, todos los detalles se concentran en la pasión por el fútbol y las disyuntivas de uno y otro hermano.
La historia nunca sale del barrio, no pretende establecer contraste con otras zonas de la ciudad. Prefiere, más bien, desarrollar una propuesta estética de esas comunidades, donde las escaleras, las casas, las canchas de práctica deportiva y los lugares de la rumba conforman el espacio vital. La ciudad está allá, lejana, inaccesible. No existe referencia a una justicia externa a esa comunidad. No hay policías ni fiscales del Ministerio Público. El poder lo ejerce el jefe de la banda. El único momento en que la trama se ubica en otro lugar es en la oficina del cazatalentos del CFC. Es la puerta que promete abrirse en las cavernas, a la manera de la representación de la vida según Platón.
La condición de ópera prima de Hermano se manifiesta no sólo en el atinado debut de Rasquin en el terreno del largometraje sino también en el hallazgo de jóvenes intérpretes desconocidos que parecen destinados a convertirse en una generación de relevo. La fuerza que le imprimen Eliú Armas (Julio) y Fernando Moreno (Daniel) a sus personajes es decisiva en la edificación del film. Un par de actuaciones sobresalientes, como pocas en el actual panorama del cine venezolano. No poseen los vicios de la televisión ni los tics del teatro. Actúan para cine, para la cámara, para el primer plano y el plano general, incluso para el fuera de campo, donde no vemos a los personajes pero sí los sentimos. Estos jóvenes intérpretes al lado de otros como Alí Rondón (el asesino) se hayan respaldados por el trabajo profesional del veterano Gonzalo Cubero y la muy convincente Marcela Girón.
Me llamó mucho la atención el tratamiento fotográfico que Enrique Aular (también productor del film, al lado de Liz Mago) otorga a los ambientes del barrio y los encuentros en la cancha. Salvo uno o dos momentos, la iluminación, el encuadre y los movimientos de cámara (Jesús Santiago) constituyen una unidad visual que atrapa al espectador. A esta unidad contribuye la dirección de arte de Maya Oloe, atenta a los detalles. El montaje de Carolina Aular y Juan Carlos Melian estructura el ritmo de la narración sin decaer en ningún momento. No sólo en las intensas escenas de los partidos sino en el ritmo íntimo de los personajes. Y la música de Rigel Michelena se distribuye en las vertientes del sonido del Caribe pero también en el rock latino e incluso en otras expresiones musicales urbanas.
Hermano tiene todas las condiciones para convertirse en una película de éxito. Además de las circunstancias futbolísticas que atravesamos, posee vigor y pasión. Logra que el espectador se enganche. Cuando el público abandona la sala lo hace hablando de la película. Sobre todo las audiencias más jóvenes. Allí está el barrio otra vez, pero con una visión distinta.
HERMANO, Venezuela, 2010. Dirección: Marcel Rasquin. Guión: Marcel Rasquin y Rohan Jones. Producción: Enrique Aular, Juan Antonio Díaz, Marcel Rasquin, José Vicente Scheuren. Producción ejecutiva: Enrique Aular y Liz Mago. Fotografía: Enrique Aular. Montaje: Carolina Aular y Juan Carlos Melian. Música: Rigel Michelena. Dirección de arte: Maya Oloe. Sonido: Frank Rojas. Elenco: Fernando Moreno, Eliú Armas, Alí Rondón, Gonzalo Cubero y Marcela Girón, entre otros. Distribución: Cines Unidos.
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