martes, 19 de enero de 2010

Locademia de Economía, por Ibsen Martínez

Ibsen Martínez, autor de este artículo

Pienso en almas tortuosas como la de Chávez, quien afirma creer en martingalas tan metafísicas e inconducentes como el marxismo. Para una persona como él, capaz de creer que Bolívar murió envenenado por un uribista infiltrado en Santa Marta gracias a una máquina del tiempo fabricada en Silicon Valley, California, resulta imposible asimilar que las verdades verdaderas de la economía suelan ser contraintuitivas…

Ibsen Martínez

1.-
La semana pasada, me hallaba yo en la cola de la caja del automercado donde fui a proveerme de velas y pilas de linterna.

Había delante de mí una humilde y desdentada señora. Calculo yo que la desdentada vive en Chapellín porque toda urbanización caraqueña tiene al lado su pobrecía y su marginalato y su malandraje motorizado como recordatorio de la realidad social que nos condiciona.

La señora saludó con desdentado júbilo la llegada de un piquete de la Guardia Nacional. Lo que siguió me ha sugerido este articulito que comienza recordando a Thomas Carlyle, un inglés muy culto.

Carlyle concluyó, en plena Revolución Industrial, que la economía es “la ciencia lúgubre”. Con esto pienso yo que quiso decir, entre otras muchas cosas, que sus verdades suelen entristecer no sólo a la gente sencilla sino a mucha que no lo es.

Pienso en almas tortuosas como la de Chávez quien afirma creer en martingalas tan metafísicas e inconducentes como el marxismo. Para una persona como él, capaz de creer que Bolívar murió envenenado por un uribista infiltrado en Santa Marta gracias a una máquina del tiempo fabricada en Silicon Valley, California, resulta imposible asimilar que las verdades verdaderas de la economía suelan ser contraintuitivas. ¿Qué quiero decir con eso de que la economía es “contraintuitiva”?

Ni más ni menos que la verdad económica a menudo desafía al sentido común con tercas y crueles paradojas. Tome usted por ejemplo la inflación. Es ilustrativo considerar la idea que el común de las personas – una desdentada habitante de un barrio caraqueño, por ejemplo – se hace de la inflación, sus causas y sus remedios.

Acaso le sorprenda a usted constatar que esa ignara señora piensa de la inflación poco más o menos lo mismo que el iluminado Máximo Líder de la revolución bonita y que el sapientísimo Jorge Giordani. Esto es, la buena señora abriga la creencia, sustentada en el sentido común, de que la inflación es fruto de una conducta maliciosa, algo que puede corregirse clausurando locales y multando portugueses; en fin, algo que puede reprimirse con la Guardia Nacional. Acerquémonos a la escena que presencié.

2.-
Los guardias nacionales venían dando escolta a una ceñuda funcionaria del despacho del señor Saman y un par de asistentes. Ante las credenciales de la funcionaria, la portuguesa copropietaria, sentada detrás de la caja, puso cara de ballena muerta, cara de gallina mirando sal y se encogió de hombros, como diciendo “ sí hombre, chica, pasa adelante y revisa las etiquetas”.

La desdentada mira entonces a la portuguesa con mal disimulado regocijo. La embarga la excitación que en todo venezolano producen los uniformes de campaña – los venezolanos todos, escuálidos y chavistas por igual, son militaristas y les encanta ver a la autoridá desplegando sus fastos–, pero, justamente porque es venezolana, y como “mapurite sabe a quien pea”, las pesadeces que exclama contra los especuladores no van dirigidas a la portuguesa en particular, sino al género humano en general.

Los jóvenes uniformados se pasean los pasillos, cejijuntos y severos, mirando sin ver las estanterías y empuñando sus AK-47, en actitud de tiro táctico de combate, dispuestos a abrir fuego contra el primer paquete de arroz pitiyanqui que intente hacer armas contra la revolución bolivariana.

Los fiscales cotejan etiquetas, una de ellas decide poner a prueba el aparato lector de precios que los portugueses han colocado junto al estante de los detergentes. Para ello coloca repetidas veces ante el lector, y de todos los modos posibles – cabeza abajo, de ladito, etcétera –, un paquete de harina PAN. El lector no emite el pitico y se niega a mostrar el precio en pantalla. La fiscal se dispone a hacer algo puntiivo al respecto y con inflexión autoritaria le dice a un encargado, que en ese momento acierta a pasar a su lado, que el aparatico no funciona.

El encargado toma en su mano el paquete de harina PAN y lo muestra expertamente al lector electrónico, se escucha el pitico, se ilumina la pantalla con el precio de venta, y la fiscal sonríe coquetamente, entre apenada por su torpeza y agradecida por la gentil intervención. Ambos se ponen a conversar, tal como dicta el natural amistoso de los venezolanos, todo hay que decirlo.

La desdentada ya ha pagado por su alitas de pollo, su paquetico de harina precocida, sus dos cajas de Belmont y su cuatro “soleritas” verdes, pero se queda por ahí, atenta a ver a los guardias sacar a culatazos al marido de la cajera.

Una señora de lo más buenas tardes que acaba de bajarse de una 4X4 entra saludando por su nombre a la portuguesa y pregunta con sifrina familiaridad por los sacos de Dog Chow. Le dicen que está agotado, que en La Castellana hay un sitio donde parece que todavía tienen , que lo que hay es perrarina a secas.

La señora arruga la nariz con disgusto, como si el Dog Chow fuese para ella misma, pese a lo cual le dice a la cajera en son de broma que seguramente allí tienen encaletado todo el Dog Chow para re-etiquetarlo tan pronto se vaya la guardia. Y se va sin más, dejando tras de sí efluvios de Trèsor de Lancome. Entre tanto se ha desatado un ruidosa y sabrosa polémica cordial entre algunos parroquianos y la desdentada que toma para sí la vocería de quienes piensan que el alto costo de la vida no tiene nada que ver con el dólar – “cuál dólar, mi amor: yo nunca he visto un dólar, yo lo que he visto en una porción de portugueses chupasangre”–, sino con los especuladores. Una policía de precios, una que que castigue con cárcel al avilantado, es todo lo que hace falta.

Indepabis reportaba ese día casi setencientas clausuras y la juramentación de patrullas de voluntarios. Está por verse lo que puedan hacer. En el caso del automercado de mi cuento, notorio por carero, no hubo lugar a clausura porque se fue la luz y tanto el operativo como el simposio sobre la espiral inflacionaria fueron suspendidos.

3.-
En un libro ya clásico – “Macroeconomía del Populismo en América Latina”–, Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards caracterizaron al populismo, en lo que hace a la política económica, como aquel régimen que atiende fundamentalistamente al crecimiento y a la redistribución y resta importancia a los riesgos políticos que traen el déficit fiscal y a la reacción de los agentes económicos contra las políticas agresivametne anti-mercado. La revolución bonita es mucho más que eso: es petropulismo voluntarista. ¿Cabe esperar rectificaciones antes de septiembre?

La inflación de alta velocidad, por su parte, devora los subsidios, es resistente a las medias policiales y probadamente tóxica : ataca al sistema nervioso central de los humanos y, cuando ello es posible, se manifiesta electoralmente.

¿Cuánto tardará sistema nervioso central de la buena señora desdentada en acusar síntomas de intoxicación inflacionaria?

martes, 12 de enero de 2010

el pobre bolívar



Editorial de El Nacional «El pobre bolívar»

¿En qué paró aquella perorata de "Un país fuerte, una economía fuerte, un bolívar fuerte"? Pues en el Viernes Negro de Hugo Chávez. En la confesión de que el bolívar bolivariano es la moneda más débil de América Latina. Al puerto de la devaluación vino a atracar la nave de los disparates y del mal gobierno.

Después de una década de altos ingresos, de precios del petróleo que superaron los 100 dólares por barril, Chávez decidió devaluar la moneda con propósitos eminentemente políticos, para disponer de millones de bolívares en el año electoral. No le quedó otra solución que apelar a la fórmula que negó con empecinamiento, y lo hace mal y tardíamente.

En la mente del Presidente de la República no hay otra cosa que las elecciones de septiembre. Él dispondrá de más cantidad de dinero para su campaña, pero el pueblo se empobrecerá más, y tendrá que pagar precios más altos por todo lo que consume.

Con la devaluación y el cambio dual con relación al dólar (uno a 2,60 y otro a 4,30) dominará más la economía.

El primero es un cambio privilegiado para el Gobierno, para las importaciones de alimentos, de maquinarias, medicinas e insumos del sector salud. El otro, el llamado dólar petrolero, para el resto del país, para quienes viajen al exterior, o lleven a cabo importaciones que estén controladas por el oficialismo. Además de ser absolutamente discriminatorio, de este se nutrirá el tesoro público y le producirá más recursos al fisco en una maniobra monetaria típicamente capitalista.

Chávez justificó la devaluación con el sofisma de que se trataba de una medida destinada a estimular la producción nacional.

Es él quien ha destruido la industria y la agricultura y es él quien ahora promete impulsarla. Hoy descubre que "el país importa mucho", como lo dijo en Aló, Presidente y que se importaron 95 millones de pares de zapatos en 2009. Que va a destinar 1.000 millones de dólares para que el Gobierno importe maquinaria, para vendérsela a los productores "que quieran trabajar con nosotros".

O sea, a aquellos que saquen el carnet del PSUV, condición previa. ¡Primero el catecismo rojo! Chávez añadió que mantendría el rígido control de cambio impuesto desde 2003 y que ha contribuido a asfixiar la producción nacional.

También alegó Chávez que la devaluación estará orientada a estimular la exportación de café y cacao, pero nadie sabe cómo será posible semejante promesa mientras las fincas productoras han sido confiscadas o están bajo amenaza de los terrófagos de la revolución. Ya el Gobierno se apoderó de las torrefactoras de café, y avanza como una maquinaria implacable contra la propiedad privada.

El comandante ha adoptado en los últimos meses la manía de confesarse "marxista y cristiano". ¿A quién engaña? O se es marxista o se es cristiano, pero eso de marxista cristiano es un cuento chino. Comunismo es hambre. En suma, Chávez tendrá mucho dinero y el pueblo mucha inflación.

Datos personales

Mi foto
comunicador, voceador, melómano, corredor, preguntador ...